viernes, 17 de febrero de 2012

Los arrieros, informadores


Oiga, curro —prosiguió Anastasio, cambiando el acento de su voz, poniéndose una mano sobre la frente y de pie—, ¿qué polvareda se levanta allá, detrás de aquel cerrito? ¡Caramba! ¡A poco son los mochos!... ¡Y uno tan desprevenido!... Véngase, curro; vamos a darles parte a los muchachos.
Fue motivo de gran regocijo:
— ¡Vamos a toparlos! —dijo Pancracio el primero.
—Sí, vamos a toparlos. ¡Qué pueden traer que no lleven!...
Pero el enemigo se redujo a un hatajo de burros y dos arrieros.
— Párenlos. Son arribeños y han de traer algunas novedades —dijo Demetrio.
Y las tuvieron de sensación. Los federales tenían fortificados los cerros de El Grillo y La Bufa de Zacatecas. Decíase que era el último reducto de Huerta, y todo el mundo auguraba la caída de la plaza… Las familias salían con precipitación rumbo al sur; los trenes iban colmados de gente; faltaban carruajes y carretones, y por los caminos reales, muchos, sobrecogidos de pánico, marchaban a pie y con sus equipajes a cuestas. Pánfilo Natera reunía su gente en Fresnillo, y a los federales "ya les venían muy anchos los pantalones".
— La caída de Zacatecas es el  Requiescat in pace  de Huerta —aseguró Luis Cervantes con extraordinaria vehemencia—. Necesitamos llegar antes del ataque a juntarnos con el general Natera.

Fragmento de “Los de abajo”. Mariano Azuela (1916).

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