viernes, 14 de diciembre de 2012

Los neveros

El Popocatépetl (Fotografía de José Ricardo Guarneros Rico).

Habitual fue el consumo de nieve en la Ciudad de México y en el Puerto de Veracruz durante la Colonia y el Siglo XIX, gracias a los arrieros neveros que a lomo de mula bajaban el producto desde las cumbres de las más altas montañas hasta las ciudades, ya que en esos tiempos, sin energía eléctrica, no había otra forma de abastecer a las heladerías.
En su Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, Alexandro de Humboldt, quien recorrió México a principios del Siglo XIX, dice que “se han establecido postas para llevar la nieve con la mayor celeridad a lomo desde la falda del volcán de Orizaba al puerto de Veracruz. El camino que corre la posta de nieve es de veintiocho leguas. Los indios escogen los pedazos de nieve que están mezclados con granizos conglutinados. Por una antigua costumbre cubren estas masas con yerba seca y algunas veces con ceniza, substancias ambas que es bien sabido son malos conductores del calórico. Aunque los mulos, así cargados, van de Orizaba a Veracruz a trote largo, se derrite más de la mitad de la nieve en el camino”.
En la época colonial había incluso un impuesto a ese gélido comercio que se llamaba estanco de la nieve: podría causar maravilla el ver que en América se considera como propiedad del rey de España aquella capa de nieve que cubre la alta cordillera de los Andes (mexicanos). El pobre indio que llega no sin riesgo a la cima de las cordilleras, no puede recoger la nieve o venderla en las ciudades inmediatas, sin pagar un tributo al gobierno, añade el autor.
Asimismo, el Diario de Marie Giovanini, refiriéndose al viaje hecho por Madame Callegari a México en 1854, asegura que las heladerías de la Ciudad de México se surtían con nieve bajada del Popocatépetl. Otras ciudades también eran abastecidas de esa fuente y del Pico de Orizaba.
Igualmente, en México. Paisajes y Bosquejos Populares (1855), el alemán Carl Christian Sartorius, hablando de los vendedores ambulantes de la capital mexicana, dice: Durante la temporada de calor se escucha en todas las calles el grito de “nieve, nieve”; son los neveros que llevan sobre la cabeza grandes botes y que por una pequeña suma refrescan al sediento.
Como puede verse, los antiguos mexicanos sabían arreglárselas para disfrutar de las cosas buenas de la vida, mucho antes de que los grandes descubrimientos científicos y tecnológicos vinieran a facilitar las cosas.
El Ixtaccíhuatl (Fotografía de José Ricardo Guarneros Rico).

1 comentario:

  1. Sobre este artículo de los arrieros neveros, José Ricardo Guarneros Rico escribió en Facebook lo siguiente:
    "Mi bisabuelo que fue arriero toda su vida, entre una de sus varias faenas, bajaba nieve y hielo de la Malinche, Tlaxcala para venderla en las ciudades de Huamantla, Apizaco y Tlaxcala. Usaba zacate seco como envoltura para mantener el hielo congelado y le duraba varios dias así. Mi abuelo y mi padre tuvieron la "fortuna" (no les quedaba de otra) de acompañarlo durante varios años en sus correrias por esos caminos de Dios".
    Tu comentario, José Ricardo, enriquece el contenido de este artículo, razón por la cual me permití copiarlo aquí. Te mando un abrazo.

    ResponderEliminar